Oración del 11 de Agosto de 2024

JUAN 6,44 -51

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Cristo, el Verbo hecho carne es el alimento de la auténtica vida, de la vida eterna. Él ha bajado del cielo convirtiéndose en el verdadero maná, en el pan que se nos ofrece. En la medida en que crezca en nosotros la convicción de que nuestra vida sólo alcanza su plenitud en Dios, que en Él y sólo en Él se encuentra la verdadera Vida, crecerá también nuestro aprecio por la Eucaristía. En el Evangelio, Jesús nos enseña que la vida tiene un cometido principal: alcanzar la vida eterna. En este peregrinar hacia Dios, Jesús se hace nuestro compañero de viaje desde la Eucaristía.

¡Qué alegría saber que no estamos solos en la lucha por la santificación y perfección cristiana! Cristo está a nuestro lado, su gracia nos acompaña, su Eucaristía nos robustece, su amor no nos olvida. Apretemos su mano pase lo que pase, no nos alejemos de su presencia Eucarística. Recibámoslo con frecuencia, así Él nos irá llevando por la senda que conduce al cielo.

El Señor Jesús, que por nosotros se ha hecho alimento de verdad y de amor, nos asegura que «quien coma de este pan vivirá para siempre» (Jn 6,51). Pero esta «vida eterna» se inicia en nosotros ya en este tiempo, por el cambio que el don eucarístico realiza en nosotros: «El que me come vivirá por mí» (Jn 6,57). Comulgando, el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo nos hace partícipes de la vida divina de un modo cada vez más adulto y consciente. Como dice  San Agustín  en las Confesiones sobre el alimento del alma, el santo Doctor imagina que se le dice: «Soy el manjar de los grandes: crece y me comerás, sin que por eso me transforme en ti, como el alimento de tu carne; sino que tú te transformarás en mí». En efecto, no es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él, «nos atrae hacia sí mismo».

“Señor Jesús te das a nosotros sin reservas, sin dudas, sin segundas intenciones, solo te entregas para que seamos parte tuya y tu parte nuestra, tomas mis manos y tratas de guiarme por la senda que nuestro padre soñó para cada uno de nosotros, solo un amor tan puro puede hacer un sacrificio tan grande y tú lo haces diariamente, te das en la eucaristía para demostrar que somos preciosos únicos e irrepetibles para ti, así a través de ti llegar a el padre”.

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Anawin

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